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domingo, 30 de noviembre de 2008

Publicación del Diario La Opinión "Lanzamiento de Cantera Popular Pergamino".


El viernes pasado, se realizó en las instalaciones del Club Sport de nuestra ciudad, la cena lanzamiento de Cantera Popular Pergamino, corriente de la Unión Cívica Radical con presencia en todo el país. El evento fue organizado por el Grupo del Parque Pergamino, liderado por Ramiro Illia, bajo la consigna “Recuperemos el Radicalismo Juntos”. En tiempos que se caracterizan por la escasa participación ciudadana en encuentros de ésta índole, la presencia de casi dos centenares de afiliados y simpatizantes de la UCR superó gratamente las expectativas de los organizadores. Patricio Raimundo, fue el primero de los oradores locales, y con certeras palabras destacó la importancia de la participación ciudadana en la vida política y social. Más tarde se pudo escuchar a Juan Nosiglia (presidente de la Juventud Radical Nacional), Sergio Duarte (secretario general de la Mesa Nacional Franja Morada) y Maximiliano Campos Ríos (miembro de los equipos técnicos del Instituto Moisés Lebenshon.) Estos mismos dirigentes del orden nacional, fueron los gestores y oradores del masivo acto realizado por la UCR en el Luna Park, para la celebración de los 25 años de democracia; y estuvieron presentes en nuestra ciudad para dar apoyo al nuevo espacio político que se lanzó en Pergamino. Finalmente tomó la palabra el dirigente local Ramiro Illia, que cosechó destacables muestras de adhesión de los presentes. En su mensaje subrayó la importancia de revalorizar la participación política, hizo referencia al rol institucional que debe cumplir la UCR en estos momentos, a la necesidad de dar protagonismo a una nueva generación de representantes políticos comprometidos a resolver eficientemente las demandas de la gente, y remarcó la necesidad de que sean los afiliados quienes decidan -con su voto- a sus representantes, tanto dentro del partido radical como en los cargos públicos.El encuentro terminó pasada la medianoche, y era palpable el entusiasmo tanto de los asistentes como de los organizadores, por el resultado de la jornada.
La Opinion de Pergamino

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Los 25 años de la vuelta a la Democracia en Argentina y la participación de los trabajadores en la actividad economica del Estado.

Por Humberto Quiroga Lavié

En este tiempo de homenaje a los veinticinco años de la instalación de la democracia en la Argentina, homenaje de civismo a la personalidad de Raúl Alfonsín que lo hizo posible, resulta propicio conjugar el recuerdo festivo con el señalamiento del alto significado que tuvo la vuelta a la democracia, por su vinculación con la supremacía de la Constitución Nacional que estaba sojuzgada. No solo por la declamación del Preámbulo constitucional como forja de lucha durante la campaña electoral. También por la fijación de políticas que instaló el nuevo Gobierno en aras de que la Constitución fuera realmente nuestra guía, no solamente una proclamación en una hoja de papel. Lo que estamos sosteniendo viene a cuento, cuando los argentinos hemos tomado conocimiento del ejemplar fallo de la Corte Suprema de la Nación, dictado el reciente 11 de noviembre del año del festejo, haciendo prevalecer la letra, tantas veces muerta, del art. 14 bis de nuestra Ley Fundamental, en un tema tan sensible para la política gremial en el país como lo es la consagración efectiva de la libertad de asociación sindical. En efecto, en el caso Asociación Trabajadores del Estado c/Ministerio de Trabajo, la Corte hizo lugar a la reclamación de la Actora, que carecía de la personería gremial exigida por el art. 41 de la ley 23.551, para poder intervenir en los comicios sindicales: la Corte dejó de lado esa norma, la declaró inconstitucional y, con invocación expresa del art. 14 bis constitucional, habilitó a la ATE a intervenir en la elección de delegados del personal del Estado Mayor del Ejército. Recordemos la letra expresa del art 14 bis en materia de libertad de asociación sindical: “la ley ley le asegurará al trabajador… el derecho a la organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial”. Eso fue lo que hizo ATE, se registró como asociación gremial, y sin la personeria que le exigía la ley 23.551, solicitó intervenir en las elecciones de delegados. Al fin la Corte hizo prevalecer la letra de la Constitución por sobre la voluntad política del legislador ordinario de turno. También tenemos que recordar que durante los primeros meses del Gobierno de Alfonsín, en 1984, un proyecto de ley que disponía la personería gremial, no solamente de la mayoría del respectivo gremio, sino también de la primera minoría, fracasó en el Senado, por el voto en contra de un solo Senador. Pudo haber utilizado Alfonsín el camino del decreto de necesidad y urgencia, una via legislativa prevista por la doctrina de Joaquin V. Gonzalez, sobre el Congreso se negaba a reglamentar una norma constitucional como el 14 bis. Este histórico fallo de la Corte fue firmado por seis de sus integrantes: Lorenzetti, Higton, Fayt, Petracchi, Maqueda y Zaffaroni. Carmen Argibay no estuvo presente en el Acuerdo. Los fundamentos no solamente invocaron el 14 bis, sino también los Tratados Internacionales que, con jerarquía constitucional, según el inc 22, segunda parte, del art. 75 constitucional, reconocen la libertad de asociación sindical de los trabajadores. En el mismo sentido se invoca el Convenio 87 de la OIT, el cual se da como integrado al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, incluido en el mencionado art. 75 de la Constitución. No se olvida tampoco la Corte que dicho Convenio fue invocado por la Corte en el importante precedente Outon (Fallos 267: 215), obrero portuario que se negó a la afiliación obligatoria que le imponía un decreto del Ejecutivo, dictado en los tiempos de Frondizi. Sostiene la Corte en los fundamentos del fallo, que la limitación dispuesta por la inconstitucional ley 23.551 “mortifica la libertad de asociación, de manera tan patente como injustificada, en sus dos vertientes. En primer lugar, la libertad de los trabajadores individualmente considerados que deseen postularse como candidatos, pues los constriñe, siquiera indirectamente, a adherirse a la asociación sindical con personería gremial, no obstante la existencia, en el ámbito, de otra simplemente inscripta. En segundo término, la libertad de estas últimas, al impedirles el despliegue de su actividad en uno de los aspectos y finalidades más elementales para el que fueron creadas”. Desde el sector gremial se han levantado voces de protesta, que eran de esperar. Ellos deben comprender que el pluralismo sindical fortalece la democracia sindical y también el pluralismo. Que fortalece el participacionismo de los trabajadores en la administración y dirección de las empresas, clave de bóveda del estado social y democrático de derecho. Cláusula del art. 14 bis nunca aplicada ni reglamentada en el país. El fallo de la Corte que comentamos ha sido aplaudido desde la defensa de principios caros al ideario liberal de nuestra Constitución. Está pendiente de implementación el estado social y participativo de los trabajadores, también consagrado en nuestra Ley Fundamental: si el Congreso sigue sin reglamentar esa participación, el reciente fallo de la Corte puede estar anunciando que el “nuevo tiempo de nuestro historia económica” precisa de esa participación laboral, en tiempos de crisis para la economía mundial. Sabemos que la doctrina de la Corte se realiza paso a paso, hay que esperar el nuevo y necesario avance en tal sentido. Desde el Gobierno se ha sostenido que el Fallo de la Corte es aplicable solamente en relacióna los sindicatos pertenecientes a los trabajadores del Estado. Carece de sentido semejante posición. Los beneficios de libertad y paticipación laboral consagrados en el art. 14 bis han sido consagrados para todos los trabajadores del país ¿Cómo justificar una desigualdad de trato en tal sentido? Finalmente quiero recordar una anécdota que me tuvo de protagonista. Yo integré el bloque de convencionales radicales en la Convención reformadora de 1994. Durante la última sesión de esa Convención, tan hija del radicalismo, como lo fuera el art. 14 bis, con la diferencia que ésta norma carecía de legitimación democrática de origen, y la reforma del 94 tuvo plena legitimación en tal sentido, durante esa última sesión, se trataba solamente de articular los nuevos artículos incorporados al texto constitucional histórico. Fue entonces cuando, el Presidente del Bloque de convencionales radicales, no otro que Raul Alfonsín, que se sentaba delante mio, cuando se sostuvo que la articulación la debíamos comenzar con el art. 36, porque el mandato legislativo era no tocar los primeros 35 artículos, se dio vuelta y me pregunto ¿Qué le parece a Ud., dejamos al art. 14 bis como está, o corremos toda la numeración del articulado? No había tiempo para nada en la maratón constituyente en la que estábamos. Entonces me nació decirle: Doctor: el art. 14 bis es el artículo emblemático de los derechos sociales del trabajador, propuesto por los radicales en 1957, único sancionado porque se quedó sin quórum la Convención. Ahora lo estamos legitimando desde la democracia constitucional, dejémoslo sólo, y diferente en su numeración, cual guía de una democracia social en el trabajo por la cual el radicalismo siempre ha bregado. Está muy claro, me respondió Alfonsín con tono de asentimiento. Fue un diálogo fugaz que no tuvo testigos, pero yo no me lo olvido.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Símbolo de Democracia. por Joaquín Morales Solá, para La Nación.

En una noche como la de ayer, hace justo 25 años, Raúl Alfonsín daba vueltas, solitario, alrededor de la pileta de la quinta de un amigo en el Gran Buenos Aires. "No puede ser, no puede ser", repetía cada vez que alguien le acercaba la información de que había ganado las elecciones presidenciales. Eran sólo versiones, porque la dictadura guardó la información hasta bien entrada la noche, atemorizada ante la eventual reacción del peronismo. El hombre seguro de la campaña, el líder de discursos electrizantes y denuncias vibrantes, se mostraba incrédulo ante una novedad ciertamente histórica. El peronismo acababa de perder las primeras elecciones libres desde que Juan Perón había fundado un partido.
¿Cómo empezar en un país devastado por los conflictos políticos, económicos y humanos? ¿Por dónde debía empezar? Alfonsín había llegado a esa epifanía política con un equipo de viejos amigos y con la amplia estructura partidaria del radicalismo. Su fiel amigo David Ratto, prematuramente muerto, hizo quizá la última gran campaña publicitaria de su vida con la elección de Alfonsín. Raúl Borrás, otro hombre sorprendido por la muerte temprana, fue el jefe político del desorden radical que significó aquella campaña electoral.
Alfonsín no tenía muchos recursos; en la Capital sólo poseía un departamento de escasos dos ambientes exiguos en Juncal y Libertad. Ahora, en la vejez, tiene sólo un poco más que eso. Sin embargo, desde el momento en que se hizo oficial su victoria quedó claro que su gestión se enfrascaría en dos objetivos fundamentales. Uno: crear una cultura democrática en un país que había perdido los hábitos de la democracia, después de cincuenta años de autoritarismos de facto o elegidos, de gobiernos civiles frágiles y de frecuentes interrupciones militares. El otro: que la democracia no fuera, otra vez, una experiencia efímera en la vida de los argentinos.
Venció la impronta de un gallego cascarrabias, como él mismo se suele definir, para dedicarse a construir una civilización política tolerante y plural. La Argentina sería uno de los primeros países de América latina, sembrada entonces de gobiernos militares, en encontrar la fórmula del progreso democrático. Alfonsín terminó en los años 80 convertido en un ícono mundial del restablecimiento democrático latinoamericano.
Eso sucedió en el mundo. La faena en la Argentina fue más ardua que un emblema conspicuo o que el videoclip de una canción de Michael Jackson con imágenes de Alfonsín (que también existió).
Alfonsín pertenece a una generación de políticos atrapados por las pasiones: son furiosamente peronistas o furiosamente antiperonistas. Los primeros son hijos de la intemperancia del primer Perón; los segundos son la consecuencia previsible de aquellas intolerancias. Alfonsín había militado siempre en la convicción de que el peronismo servía poco para la democracia. Esa es su verdad.
A pesar de esos convencimientos, prevaleció en el entonces presidente electo otra certidumbre: los asiduos golpes militares sólo habían sido posibles en el pasado por los enfrentamientos irreconciliables entre los partidos políticos y los dirigentes civiles.
Alfonsín había ganado ampliamente la elección presidencial (es el presidente radical que más votos sacó en la historia), pero su partido no controlaría el Senado ni los gremios. En el acto, comenzó a tender puentes de convivencia con el peronismo y dentro del propio radicalismo. Dejó algunas viejas ideas a un lado cuando se enfundó el traje de presidente.
La primera decisión que tomó fue ofrecerle a su reciente contrincante peronista, Italo Lúder, un lugar como ministro de la Corte Suprema de Justicia. Lúder rechazó el cargo, pero entre ellos ya se había entablado una secreta relación de acuerdos que no eran públicos.
En efecto, en medio de la campaña electoral se juntaron en una reunión muy reservada para fijar las reglas del juego: la competencia podía permitirse duros cruces políticos, pero ninguno de los dos daría golpes bajos.
La experiencia democrática en la Argentina era nonata todavía y no había lugar para los lujos de países con mayor civilización política. Esa fue la conclusión de ambos candidatos.
Dos viejos contrincantes internos de Alfonsín en el radicalismo, los balbinistas Antonio Tróccoli y Juan Carlos Pugliese, fueron designados ministro del Interior y presidente de la Cámara de Diputados, respectivamente. Ellos sabrían entenderse con el peronismo mejor que los alfonsinistas. Fueron leales y eficientes con el presidente al que habían enfrentado.
El peronismo, que se preparaba para combatir al nuevo gobierno desde una humillante derrota, vio de pronto abiertas las puertas del diálogo y la convivencia. No podía colocar la venganza como prioridad ante una sociedad con signos evidentes de fatiga frente a la violencia.
Los militares debían aprender de una buena vez que no se tumba impunemente a un gobierno civil. Así puede describirse la otra obstinación de Alfonsín. "Sin rencores ni venganzas", instruyó, no obstante.
Había prometido en la campaña electoral que por el horror de las violaciones de los derechos humanos pagarían los que habían dado las órdenes y los que habían cometido crímenes aberrantes. Nunca prometió que se juzgaría a todos los militares.
Este antecedente es importante para explicar lo que pasó mucho después. Le costó, eso sí, encontrar el método en el que encajaran su promesa electoral y los reclamos sociales sobre la revisión del pasado.
Tal vez la mayor injusticia de Néstor Kirchner, entre las muchas injusticias que cometió, haya sido pedir perdón a los familiares de los desaparecidos en nombre de un Estado que, según dijo, nunca había hecho nada.
Había que estar en los zapatos de Alfonsín en 1983, con las Fuerzas Armadas intactas aún en su tamaño y en la disponibilidad de recursos, para establecer en qué medida era difícil decidir enviar al banquillo de los acusados a los quince jefes militares más importantes de la dictadura.
Alfonsín no sólo hizo eso; también nombró una comisión de civiles notables, presididos por el escritor Ernesto Sabato, para hurgar, indagar y averiguar, hasta llegar lo más cerca posible de la verdad, sobre los desaparecidos. De esa investigación surgió el voluminoso libro llamado Nunca más , la mejor descripción que se ha hecho sobre aquel martirologio.
El peronismo no pudo escaparse de la nueva cultura política que se iba imponiendo en el país ni los militares pudieron evitar el juicio político al que los sometió la democracia argentina.
A partir del 30 de octubre de 1983, la sociedad se olvidó de gran parte de los problemas para vivir sólo la esperanza y el optimismo. Una suerte de amplia excitación social sobrevino luego de la elección de octubre.
A Alfonsín lo esperaban una economía en virtual default, el conflicto permanente con los gremios (sobre los que pudo hacer poco y nada), el zigzag con el escurridizo peronismo parlamentario y las fracasadas sediciones militares.
Pero eso ocurrió mucho después. Quien no haya vivido en la Argentina entre octubre y diciembre de 1983 no conoce lo que significa un instante único de felicidad colectiva. Alfonsín sigue produciendo esos momentos de civilización política, más aletargados y austeros, hasta en la actualidad.
Hace poco, peronistas, radicales, socialistas y conservadores se juntaron en La Plata, en medio de la crispada Argentina, para hacerle un homenaje al ex presidente radical. Y es el único político que, hasta ahora, le arrancó al matrimonio Kirchner palabras ponderativas del diálogo y el consenso.
Ese lugar en la historia de referente insoslayable de la democracia, de última reserva de un sistema político agobiado a veces de conflictos y de rupturas, no se lo ha sacado ni siquiera la posterior saga de aciertos y errores propia de cualquier vida.

martes, 11 de noviembre de 2008

Declaración conjunta de la UCR y la CC.


Las conducciones de la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica reunidos en el día de hoy, 11 de Noviembre de 2008 declaran que:

1) Iniciaron y mantendrán el diálogo institucional y manifiestan la vocación conjunta para la construcción de una alternativa de de gobernabilidad ética, republicana poder republicana y con equidad social.

2) Se profundizarán los mecanismos de acción común de los respectivos bloques parlamentarios.

3) Se establecen a partir de hoy mecanismos de intercambio y consulta permanente para abordar cuestiones de la coyuntura política.

4) Decidimos ampliar el espectro de la unidad de la oposición bajo los principios de la ética, la República y la Justicia social, en ese sentido se pedirá una audiencia al Presidente del Partido Socialista en los próximos días.

5) La conversación no abarcó cuestiones de acuerdos electorales ni de candidaturas.

Por la UCR: Gerardo Morales, Oscar Aguad, Ernesto Sanz, Mario Negri, Daniel Salvador y Ricardo Gil Lavedra.
Por la Coalición Cívica: Elisa Carrió, Adrián Pérez, María Eugenia Estenssoro, Patricia Bullrich, Enrique Olivera, Margarita Stolbizer y Gerardo Conte Grand.

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